¿Qué es una crisis?: Capitalismo en tiempos de coronavirus

» Por Christopher Matamoros Rojas - Filósofo, graduado de la Universidad de Costa Rica, con énfasis en filosofía política.

El 2020 ha sido, hasta donde se ha permitido avanzar, un año convulso, desde rumores por una aparente Guerra Mundial que se desataría por un desacuerdo político entre Irán y los Estados Unidos hasta una pandemia que ha paralizado al mundo entero y que hoy en día es el tema de conversación favorito de los noticieros y de las familias. Un día como hoy difícilmente podremos encontrar personas a las cuales la palabra “coronavirus” les resulte ajena, y quizás ese sea el problema fundamental: creemos entender los alcances del virus porque nos resulta familiar su nombre, y nada más lejano a la realidad. Ciertamente hay mucha información circulando, no obstante, la tarea más compleja es discriminar entre el tumulto informativo, y eso en un modo de producción que se basa en la acumulación es un reto y eso lo tenemos claro quienes nos dedicamos a la docencia pues ésta no consiste en informar a las estudiantes y los estudiantes (al menos no es la tarea más relevante) sino más bien en ofrecer herramientas críticas que permitan distinguir la información que proviene de fuentes científicas y aquella información que existe con el afán de decir algo, a pesar de no ser una voz experta.

Vamos paso a paso y aquí permítanme la aclaración para comprender de qué hablamos cuando nos referimos al concepto de “crisis” que ha sido utilizado prácticamente por todas las líderes y los líderes mundiales al referirse a la pandemia COVID-19. El concepto de “crisis” proviene, naturalmente, del griego antiguo que como sustantivo κρίσις (krísis) se refiere a una elección o una decisión, mientras que en su forma de verbo aparece como κρίνω (kríno) que refiere a hacer distinciones que tal como decían los filósofos antiguos es la labor de aquel que se dedique a la filosofía: distinguir, es decir, evidenciar la crisis, o lo que es lo mismo, ser críticos. Dicho esto, el concepto de crisis tiene que ver con un momento decisivo o determinante, sin embargo, la pregunta es ¿quién o qué está en crisis? La respuesta es múltiple: está en crisis la salud de las adultas y los adultos mayores a partir de la expansión del temido virus, está en crisis la sanidad pública que a partir de la falta de recursos esenciales para garantizar la limpieza se ve en peligro, está en crisis la salud privada que no es capaz de abastecer al país para la contención del virus y, por supuesto, está en crisis “la economía”, es decir, está en crisis el modo de producción capitalista.

Un sistema económico que se basa en la acumulación se enfrenta a serios problemas en tiempos de crisis (es decir, decisivos) porque es allí donde prueba su eficacia o sus falencias y tal como hemos visto con el desarrollo de los días, el capitalismo no es capaz de sobrevivir a un desajuste prolongado. Se desploman los mercados, las grandes ciudades están vacías, los precios de las aerolíneas caen y ante todo eso la última línea de defensa para preservar el sistema terminan siendo los artículos llamados de primera necesidad, los cuales ya están sufriendo ajustes importantes porque quienes viven a manos llenas temen sobremanera el concepto de “crisis” que, para la gran mayoría, en todo el mundo, significa su día a día. Los medios hablan de crisis económica porque se desploma “la bolsa” o porque el riesgo financiero se acrecienta, pero ¿acaso sabe la mayoría de la gente qué significa eso? Entendamos algo: las clases populares existen en crisis desde siempre, ¿o es que acaso a alguien se le ocurre que para quienes ganan el salario mínimo el cierre de fronteras representa un problema directo? Representará un problema cuando su patrono decida despedirle para mantener “solvencia”, porque los primeros sacrificios para garantizar la existencia del capitalismo es la gente que no puede quedarse en cuarentena porque si no se queda sin comer, o la gente que se queda en casa pero sin ganar salario porque las empresas no asumen responsabilidades sin ventas, y allí, una vez más, la libertad individual capitalista deja de ser la gran maravilla y es el Estado Benefactor quien aparece para salvar de la crisis a aquellos que no conocen de carencias.

Para que entendamos esto con claridad, incluso un país como Estados Unidos está echando mano de su institucionalidad, es decir, de los recursos públicos, para salir delante de esta problemática porque la empresa privada no está dispuesta a “perder” en ningún escenario. Yo, por ejemplo, tengo algunos meses de vivir en el Estado de New Jersey y he podido experimentar en carne propia la cara menos humana del capitalismo, es decir, cuando se presenta una crisis. En días recientes el gobernador Phil Murphy ha decretado un cierre total de prácticamente todos los sitios que presenten aglomeraciones de personas (a excepción de farmacias y supermercados siempre y cuando no reciban a más de 50 personas al mismo tiempo) y todas aquellas personas que no van a trabajar deben esperar a una respuesta del Gobierno Federal porque las empresas no están asumiendo responsabilidad alguna con sus empleadas y sus empleados. En este momento hay miles de personas con incertidumbre económica que dependen de lo público porque las corporaciones privadas no asumen responsabilidad alguna en tiempos de crisis.

Por otro lado, tenemos el ejemplo costarricense, que hoy por hoy demuestra la importancia de las instituciones públicas y su defensa. La Caja Costarricense del Seguro Social (tan vilipendiada en los últimos años) se consolida como una de las instituciones fundamentales del Estado Social de Derecho en Costa Rica, pues se ha encargado, junto con las autoridades del Ministerio de Salud de informar día a día el avance del virus en el país y también de su contención. La FANAL ha decidido bajar su producción de licor para dedicarse a la elaboración de alcohol en gel y entre Correos de Costa Rice y el ICE han sumado esfuerzos para la compra y distribución de este producto tan importante. La Universidad de Costa Rica pone a su disposición sus laboratorios y el Tecnológico de Costa Rica y el MEP deciden suspender lecciones para proteger a las estudiantes, los estudiantes y personas funcionarias de algún riesgo de infección y, a menos que algún rector se busque una salida neoliberal (como el despreciable desalojo de las residencias universitarias) para no pagar salarios, todas estas instituciones deben garantizar los derechos de sus empleadas y empleados. Mientras tanto, ¿dónde está la empresa privada? ¿cuál es su aporte? Seguramente la cuarentena les tiene pensando en la limitación de las “libertades individuales” por parte del Gobierno, porque para ellas y para ellos el tiempo es dinero y bien sabemos que por dinero son capaces de propagar la idea de una falsa crisis alimentaria que termina en el abarrotamiento de supermercados y una compra excesiva de papel de baño sin justificación alguna más allá de la acumulación.

Las crisis nos invitan a reflexionar sobre nuestro modelo de sociedad, y más allá de nuestras diferencias ideológicas deberíamos tener claro que la producción nacional ha de estar ayudando a la ciencia a detener la propagación del nefasto virus que hoy nos tiene en emergencia mundial. En este momento no se trata de acumular, sino de dar espacio para que todas y todos tengamos acceso a productos de primera necesidad y a denunciar cualquier abuso en el aumento de los precios de dichos artículos ya que, la crisis no la deben pagar quienes más apuros económicos tienen, por ello, antes de llenar los supermercados y acapararlo todo debemos pensar en las demás y en los demás, que también necesitan abastecimiento y que quizás no tienen los recursos para llenar sus alacenas como los tienen otras personas.

La crisis también nos invita a repensar el modelo económico que defendemos y en pensar en vías alternas de administración de la economía, pues, a pocas semanas del inicio de la emergencia hemos visto quienes se han dado a la tarea de ayudar y quienes han desaparecido entre los infectados esperando no ver afectado su negocio. Por ello, la próxima vez que haya una huelga de médicos en las cuales se busquen mejorar sus condiciones de vida, recordemos quienes son nuestra primera línea de defensa como sociedad, ya que en sociedades altamente individualistas (como la estadounidense) la crisis no tiene que ver únicamente con la salud, sino con la profundización de la miseria situación de la clase trabajadora, y si Costa Rica ha sido más hábil en su respuesta al COVID-19 no tiene que ver con la “excepcionalidad del país” o “la buena labor del Gobierno”, sino con un modelo estatal que le permite atender momentos como este de mejor manera que muchísimos países desarrollados, y eso claramente no cayó del cielo.

Debemos aprender, además, a ver la crisis mediante nuestros propios ojos, no mediante aquello que nos han vendido como crisis, pues, como decía el filósofo mexicano Leopoldo Zea (1976): “Europa, los Estados Unidos, el mundo occidental en general, han hablado de una serie de valores que, al fin, han alcanzado su universalización al ser demandados por otros pueblos considerándolos como propios. Se ha hablado de libertad y dignidad del hombre, de soberanía de los pueblos, de los derechos de todos los hombres y pueblos a gozar de los frutos de su trabajo y de la libertad que éstos tienen para dirigir sus destinos […] Estos y hombres pueblos reclaman a sus maestros, los pueblos occidentales, lo que ellos les enseñaron: respeto a su soberanía, derecho a dirigir sus destinos, derecho a disfrutar de sus riquezas naturales y al esfuerzo de su trabajo”    (El Pensamiento Latinoamericano, p. 94), pero, ¿quién disfruta los frutos de la clase trabajadora? ¿cuáles son los alcances de su libertad? Es tiempo de repensar esos valores que hemos heredado como sociedad, no hay mejor tiempo para ello que la crisis.

La reflexión y la crisis siempre han estado tomadas de la mano, por ello, que la cuarentena nos sirva para cuestionar nuestros privilegios de clase y entender que mientras para algunas y algunos la crisis es no salir de su casa, para otras y otros tiene que ver con llevar alimento a sus hogares. La dirección de la economía no puede ni debe regirse por una mano invisible que regula el mercado, sino por una institucionalidad fuerte que sea capaz de defender a las ciudadanas y ciudadanos más vulnerables, son las trabajadoras y los trabajadores quienes deberían ser protegidos por el modo de producción, no quienes se dedican a acumular capital.

El coronavirus es, sin duda alguna, un problema de salud pública que debe atenderse con la seriedad que amerita, no obstante, es también un problema de administración de los recursos que tenemos y no podemos perder eso de vista para una comprensión más amplia de aquello a lo que llamamos crisis.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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