El Tren Rápido de Pasajeros: El cambio de paradigma en el transporte que buscábamos hace 50 años

» Por Ing. Luis Guillermo Loría-Salazar - MSc, PhD Catedrático Universidad de Costa Rica

Aunque mi doctorado en Ingeniería Civil, es con énfasis en materiales y pavimentos, los años de lidiar con el desarrollo de proyectos de infraestructura en Costa Rica me han llevado al estudio riguroso de los procesos que pueden gestar un proyecto exitoso. Paradójicamente, también he podido ver como los costarricenses somos expertos en llevar algunos desarrollos a frecuencias de resonancia, y de repente, ciertas pequeñas dudas en torno a un esfuerzo determinado, nos llevan a generar grandes vibraciones que se van amplificando con el tiempo, y terminamos destruyendo una y otra vez, la gesta de muchos proyectos, con costos financieros y de pérdida de tiempo, elevadísimos. Así las cosas, una y otra vez empezamos de cero estudios de pre y factibilidad, y cuando estamos por dar el gran paso -la construcción-, echamos todo para atrás. Como costarricense, no quisiera que esto ocurriera con el TRP.

Luego de muchos años de estar en capilla ardiente, el INCOFER recibió un gran impulso en la Administración de don Oscar Arias, y en particular, por el emblemático Miguel Carabaguíaz, que con gran tesón puso a funcionar unas máquinas antiguas y le dio un viraje total a la institución. En esa época, se gestó el primer gran plan para implementar un tren moderno en el país, que fue dejado de lado, por dudas, en particular de la Asamblea Legislativa; luego se concibió otro proyecto, que también fue muy cuestionado, y se terminó de desechar con la entrada del gobierno de don Luis Guillermo Solís. Como ha sido costumbre, la administración entrante inició su propio proyecto, partiendo de cero, el cual, con el tiempo se ha convertido en el actual esfuerzo por el TRP, para el cual se hicieron sendos estudios de pre y factibilidad, y que con el inicio del período de don Carlos Alvarado, ha tomado un gran impulso.

Como siempre, cuando ya sentíamos que íbamos a ver el sueño materializado, han empezado a aflorar las dudas de expertos en diversas ramas -algunas razonables- y con el advenimiento de la epidemia del SARS COVID19 se ha puesto en la palestra el pensamiento de los opositores al TRP, algunos con argumentos bien fundamentados, otros, desafortunadamente con menor -o nulo- peso técnico, pero que meten ruido en los ciudadanos y les hacen dudar. Grosso modo, los aspectos cuestionados son la definición del modelo económico y la subvención que debe hacer el estado para que el proyecto sea potable para los inversores y viable financieramente.

Como un primer punto, creo que todos estamos de acuerdo en que la GAM necesita un sistema de movilidad como el propuesto para mejorar el caos vial en que vivimos, y de paso, tratar de ordenar un poco al transporte público (autobuses) alrededor del TRP, que sería una especie de columna vertebral de la cual saldrían ramificaciones a través de autobuses hacia muchos lugares. Además, los y las costarricenses tenemos años de aspirar a un gran proyecto de infraestructura, que nos motive como nación, que nos eleve el espíritu y que nos convenza de que podemos dejar el rezago que tenemos en materia de transporte. Debemos aspirar a que obras como la construcción del ferrocarril en el siglo XIX; las grandes represas hidroeléctricas y la penetración de caminos a todo el país en el siglo XX, y; la construcción de la Terminal de Contenedores de Moín (TCM), no sean hechos aislados y de ocurrencia fortuita, sino que somos capaces de desarrollar estas magnas obras y que esto puede volverse común en nuestra historia en este siglo. Estoy convencido de que podemos ser la generación que vea cristalizarse estas grandes metas nacionales.

Dentro de los muchos aspectos positivos que tiene el proyecto del TRP es que pasó por procesos de pre y factibilidad, elaborados por grupos de profesionales con gran experiencia y formación académica. Si bien es cierto, hay dudas que se han estado mostrando, y que puede haber cambios en lo presentado, no debiéramos entrar en el juego de las mutuas desacreditaciones, sino buscar un consenso que no descarrile el proyecto. Esto no es un tema de blanco o negro, estamos obligados a buscar un claroscuro que solo beneficie a un grupo de personas: a los y a las costarricenses. Por eso, motivo a los que están desarrollando el proyecto, como a los detractores de éste, a sentarse y conversar, pero no para destruir al TRP sino para buscar su factibilidad de una vez por todas; porque más allá del reto técnico-financiero, tenemos el reto de ponernos de acuerdo e impulsar juntos los proyectos que requiere Costa Rica.

Desde mi punto de vista, hay argumentos sociales y de calidad de vida, que deben enfatizarse sobre el tema financiero en un plan como el del TRP. De esta manera, es fundamental llevar a la mesa el tema de la rentabilidad social. Los proyectos con enfoque social no siempre son rentables económicamente; la rentabilidad en este caso es social y es una obligación del Estado. Si se mide la rentabilidad social de un proyecto como el TRP, se paga por sí solo, porque reduce muchísimo el tiempo requerido y desperdiciado en transporte, mejora la salud de la población al reducir el estrés, disminuye la contaminación y el costo ecológico -recordemos que el tren es uno de los medios que genera menor contaminación y mucho menor huella de carbono-. El transporte eficiente como complemento al derecho de movilidad es una obligación del estado social, por lo tanto, no se deben desvirtuar los proyectos con rentabilidad social sólo por el enfoque económico. En esa línea, si pretendemos como nación accesar como se debe a los países privilegiados de la OCDE, es importante contar con un sistema de transporte sano, ¡¡¡y el tren de pasajeros lo da!!!

Considero que, de manera mal intencionada, hay grupos que hablan del “tren de doña Claudia”. Este argumento falaz hay que anularlo. El TRP es un proyecto país con todos sus elementos; sabemos que viene gestándose desde hace años y que no lo podemos postergar más.

Algo que me parece que no se está tomando en cuenta es que prácticamente el 99% de los trenes de pasajeros del mundo son subvencionados, son contados con los dedos de las manos los que son auto suficientes financieramente. La gran medición de la bondad del TRP está en la reducción de los tiempos de viaje de centenas de miles de costarricenses (¿cuánto cuestan esos viajes y demoras?), mejora en la calidad de vida (aumento del bienestar general), disminución de la factura petrolera (economía país), menos vehículos en las calles (¡aumento del nivel de servicio!), y menor huella de carbono para mover a cada persona (hay una disminución drástica en los kg equivalentes de CO2 por transportar a una persona en tren versus vehículo automotor).

Lo que los críticos del TRP intentan hacer, en principio no es malo, es decir, sobre la base de una buena estructura, podemos ir revisando algunos temas ordenadamente y en plazos perentorios. Lo que si no comparto es el tono de algunos, que han hecho ataques ad hominem al texto presentado y han lanzado expresiones peyorativas que no contribuyen al desarrollo del proyecto. Lástima, porque no hay nada como una buena crítica para contar con un “sanity check”, para saber si todos los argumentos de la factibilidad están correctos.

La discusión acerca de que “se considera correcto” puede corregirse siguiendo el principio anglosajón de juicio por pares, o cantidad de masa crítica, es decir, ¿Cuál metodología está respaldada por una más variada y amplia cantidad de expertos? Para ejemplificar hago una pregunta: ¿Por qué usamos en Costa Rica el código de la American Concrete Institute (ACI)? ¿Porque es una verdad absoluta? No, porque es la mejor práctica según el mayor consenso. Así las cosas, lo que hay que defender no es la condición de verdad absoluta de los estudios, o los argumentos en contra, sino la correcta aplicación de un modelo que se puede calificar como “mejor práctica”.

Si hay un proyecto para el cual necesitamos sentarnos a generar un criterio país, es el TRP. Debemos llegar pronto a un justo medio para crear, desarrollar, hacer, construir, implementar y consolidar esta gran aspiración, que podría ser el cambio de paradigma que hemos esperado por tantas décadas en el sector transporte nacional. No perdamos la oportunidad de hacer esta ves las cosas bien, por nuestra patria.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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