Don Pepe es mi héroe nacional por muchísimas razones.Con orgullo guardo esos motivos en mi corazón.
No fue un hombre perfecto ni pretendió serlo. Fue un ser humano de carne y hueso y, aún así, nos heredó la abolición del ejército.
Es el general victorioso que eliminó el ejército del enemigo y, es quién abole su propio ejército. No se quedó al frente de la institución castrense. Esto posiblemente le hubiera permitido convertirse en dictador. Entregó el poder político a quien el pueblo eligió como gobernante.
Las armas no fueron y no son la razón, el corazón, ni el alma del ser humano que escribe la historia costarricense. Bien interpretó don Pepe, la historia de este pueblo.
La abolición del ejército de Costa Rica es su carta de presentación planetaria y es la nuestra.
Siento vergüenza por la propuesta de armar y, militarizar a la ciudadanía costarricense como lo propone José María en el programa de gobierno. Sus acólitos lo reafirman en entrevistas que se escuchan en los medios de comunicación.
No puedo ni imaginar el doble dolor que sentiría don Pepe. Su obra es destruida con una propuesta de campaña electoral en el partido que fundó en 1951 y por cuenta de su hijo.
No hay duda. El dolor que sentí al renunciar a Liberación Nacional se convierte en bálsamo. Ha sido una decisión correcta, una vez más.
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