Costa Rica perdió 482 contra la violencia de género

» Por Tsáitami Ordóñez - Estudiante de Derecho y Filosofía

El pasado domingo 17, durante y después del partido debut mundialista de Costa Rica, se recibieron 482 llamadas al 9-1-1, por razones de violencia doméstica. Es decir, una llamada cada tres minutos, según datos del Sistema de Emergencia.

La combinación de alcohol y frustración viene a ser un caldo de cultivo sumamente tóxico para la seguridad de las familias y, según lo que nos permiten ver los datos, para las mujeres. Cifras similares se presentan consuetudinariamente, este fenómeno no es exclusivo de los partidos de fútbol. En un día común y cualquiera, el 9-1-1 atiende cada cinco minutos una llamada de auxilio hecha por una mujer por violencia doméstica. En otras palabras, 268 reportes a diario, por distintos tipos de agresiones ocurridas dentro y fuera del hogar.

No pretendamos cubrir el sol con un dedo; la violencia de género en Costa Rica sí amerita declarar estado de emergencia nacional, según lo ha hecho la jerarca del Instituto Nacional de la Mujer y por lo cual, muchos y muchas tildan de “exagerada” o “desmedida”. ¿Cómo se puede pretender vivir en un Estado de Derecho, si la mitad de su población vive en constante persecución y violencia generalmente normalizada?

El lunes fue el último femicidio ocurrido en el país. En Heredia, una madre de tres menores, fue asesinada cruelmente por su pareja. Sin embargo, la enorme enajenación del tico promedio, no permite hacer un alto y reflexionar sobre la terrible realidad en la viven muchísimas mujeres y familias, en el país.

Esta ola de violencia de género no afecta exclusivamente a las mujeres. Según estudios del Poder Judicial, 80% de las denuncias son hechas por mujeres y 20% por hombres. A pesar de que las denuncias efectuadas por hombres son pocas, cabe la posibilidad de que las cifras de violencia sean más altas, pero queden en la sombra.

Esto último refleja la necesidad que tiene el país de educar con enfoque de género, de enseñar a los hombres masculinidades alternativas, que permitan, entre otras cosas, asumir las frustraciones sin incurrir en violencia.

Ciertamente es una verdad incómoda, que muchos quieren invisibilizar para que no empañe la emoción del mundial. Pero la violencia de género en la región es una epidemia, que debemos combatir desde la educación y en todas las esferas sociales posibles y, no menos importante, debemos reflexionar y no banalizar los lamentables sucesos que nos competen como ciudadanos y ciudadanas.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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