Crónica

Furia en Panamá: la revolución marica

Fotografía de Lucho Araujo.
Fotografía de Emir Lebedev.

Ciudad de Panamá, 20 nov (elmundo.cr) – Isa tomó una bandera arcoíris y trepó a la cerca de la Asamblea Nacional. Se oponía junto a miles a la reforma constitucional para establecer que el matrimonio es solo “entre un hombre y una mujer”. Los manifestantes querían ser recibidos para oponerse a la reforma del artículo 56.

-Ellos son gays. No pueden entrar- dijo el diputado del Partido Revolucionario Democrático, Jairo Salazar.

Apenas nueve días más tarde, el movimiento les torció el brazo a los parlamentarios conservadores. Isa dio su discurso parado frente a toda la Asamblea.

– Pedimos una constitución sin discriminación. Donde quepamos todas, todos, todes. Donde los indígenas quepan, donde los gay quepan, las lesbianas… quepamos todos sin distinción.  Quepamos las minorías étnicas también, sociales, políticas. También pedimos una constitución como herramienta para disminuir la desigualdad…

Isa es un “Grillo”, como se refieren a sí mismos los miembros del colectivo teatral enfocado a visibilizar la lucha LGBTI en Panamá. Su camisa de un verde incandescente lleva con spray negro el nombre del colectivo, @SalvaElGrillo. Su figura resalta en medio de los colores opacos y fríos de la Asamblea Nacional.

Fotografía de Emir Lebedev.

El día de la furia

El martes 29 de octubre, el día que Isa ondeó la bandera LGBTI en la cerca de la Asamblea Nacional, la policía no estaba preparada para una protesta tan masiva. La juventud tomó el control de la calle, principalmente las mujeres jóvenes y la población LGBTI. Aprovecharon la sorpresa y controlaron la zona durante toda la noche.

En la entrada de la Asamblea el ambiente era alegre, festivo, combativo. Ardía una fogata y los Grillos arrojaban sus carteles al fuego para mantenerla encendida. En otro sitio la gente se reunía en círculos para gritar, cantar y bailar tamboritos panameños, con letras frescas hechas especialmente para la protesta.

Roberto Latorre es parte de los Grillos. “Es la primera vez que vivo algo así”, escuchó decenas de veces a lo largo toda esa noche.  Por primera vez la población LGBTI se sumaba a una lucha política de trascendencia nacional en Panamá.

Diana Teresa De León es una mujer trans. Durante la noche de furia escaló a la cima de la cerca, mientras todos coreaban “Somos más y no tenemos miedo, somos más y no tenemos miedo”. Se sentó en lo alto, y levantó un zapato de tacón reivindicando la presencia trans en la protesta. Sus compañeros de lucha la ovacionaron y gritaron con más fuerza.

Mientras afuera había fiesta, dentro, la policía solo podía contener. Los diputados quedaron encerrados hasta entrada la noche: temían salir y atravesar la manifestación.

La calle les marcó el ritmo. Las jóvenes derribaron una parte de la cerca y la Policía corrió a detener el paso. Derribaron otro extremo de la cerca y los mismos oficiales intentaron contenerlos.  Y así, toda la noche.

Al día siguiente se repitió la manifestación. La Policía Nacional reforzó su presencia y se preparó para reprimir. Los manifestantes se volvieron a reunir en la cerca de la Asamblea para exigir ser escuchados desde adentro.

En algún momento de la manifestación, alguien estalló fuegos artificiales contra la policía. Los agentes contestaron disparando perdigones, balas de goma, spray pimienta y bombas lacrimógenas.

La batalla ya no sería solo en la Asamblea, sino que se extendió a toda la ciudad. Hubo grupos que se reunieron en las esquinas de la 5 de mayo, otros en las cercanías del viaducto 3 de Noviembre, otros más en la Cinta Costanera. Algunos apedrearon la sede del Partido Revolucionario Democrático, el partido oficialista.

En un callejón de la ciudad, frente a varios manifestantes un policía sacó su arma reglamentaria y apuntó a un joven. Esta imagen se viralizaría después y encendería aún más el descontento.

Fotografía de Lucho Araujo.

En otra parte de la ciudad, la policía detuvo a Lucho Araujo, otro de los Grillos que estaba documentando la represión.

“Me dijeron que pusiera mis cámaras en la maleta. Me metieron en la chota y, justo después de que me meten a mí, traen a un muchacho y les rompieron la pierna a toletazos. Él no estaba haciendo nada. No se estaba resistiendo. Desde que yo lo vi, le venían dando con el tolete. Y una vez lo tuvieron sentado, le dieron como dos o tres veces en la pierna, y una vez en la cabeza”.

Las detenciones fueron masivas y arbitrarias. Detuvieron a una joven venezolana que bajaba del autobus cerca de la 5 de mayo camino a su casa y que no tenía ninguna relación con la protesta. Los agentes seguían un patrón: “Si es joven, si es menor de cierta edad, es manifestante”, explica Roberto.

Esa noche, 43 jóvenes fueron detenidos.

Al día siguiente la Policía había instaló un perímetro de vallas y destacamentos de antimotines.  Ya no había posibilidades de llegar a la cerca de la Asamblea Nacional.

A Diana eso no le importó. Ella quería hacer escuchar su voz. Saltó las vallas policiales para encarar a los antimotines. Llevaba una blusa negra, con el cuello recortado y un abrigo rosa en su mano. En el camino, dio algunas palabras a una periodista. Más tarde, subiría el video a su Instagram explicando qué había hecho: “No van a aprobar esas reformas sin que yo me haya levantado de la comodidad de mi hogar para manifestar mi desacuerdo. Panamá es de todos”.

Atravesó la calle custodiada de filas de antimotines y quedó frente a frente con uno. Uniformado de negro, casco, lentes, máscara y el arma reglamentaria en el pecho. Sostenía un spray pimienta con la mano derecha, apuntando a la cara de Diana.  Ella lo encaró y cruzaron algunas palabras. Diana no se intimidó.

Se sentó sola en medio de la calle. Reivindicando que resiste sin violencia.

Ese jueves también hubo represión y 50 detenidos.

Panamá entró a partir de entonces en los feriados de las fechas patrias. Pero los estudiantes, los activistas y la juventud en general, mantuvieron sus protestas. Esos días se reunieron en la Plaza Gandhi y organizaron jornadas culturales. Pintura, bailes, canciones de rap. Y discutir cómo reanudar las manifestaciones frente a la Asamblea.

Un par de meses antes de estas protestas, los Grillos ya venían enfrentando la represión estatal.

En agosto se hizo una manifestación contra la corrupción. Se presentaron con una bandera de Panamá, intervenida con los colores arcoíris.

La policía detuvo a Roberto por ondear la bandera. Estuvo encerrado durante 24 horas, pasando toda la noche en prisión preventiva. Cuando lo liberaron le impusieron una multa de mil dólares.

El 12 de octubre, los Grillos participaron del día de la resistencia indígena, negra y popular. Iban a pintar un mural “con el mapa de Panamá y un sol”. Solo consiguieron iniciar, cuando 6 de ellos fueron detenidos y acusados de “atentar contra la convivencia pacífica”.

“Ser identificados como población LGBTI fue lo que los llevó a ser acusados”, denunció ese mismo día la Asociación de Hombres y Mujeres de Panamá.

Fotografía de Lucho Araujo.

Los jóvenes que cambiaron Panamá

El miércoles 6 de noviembre en las afueras de la Asamblea Nacional se convocó a la manifestación más grande de toda la jornada contra las reformas.

Esta vez, se sumaron otros sectores de la población y sindicatos.

El gobierno fue obligado a reconocer la fuerza del movimiento. La crisis política comenzó a crecer entre los diputados y el ejecutivo.

El presidente Laurentino Cortizo hizo un llamado al movimiento para conversar. Les propuso negociar una a una las reformas constitucionales.

Ni los estudiantes ni el resto del movimiento aceptaron. Exigían el retiro de todas las reformas, para discutir desde cero los cambios o una nueva constituyente.

El paquete de reformas actual fue presentado por la Concertación Nacional, un organismo que se validó legalmente y que únicamente aglutina a los sectores empresariales del país, sin representación popular. A ese paquete de la Concertación, los diputados le sumaron sus propuestas, incluyendo ampliar sus poderes y capacidad para autoajustar sus salarios.

Por esto la población rechaza la totalidad del paquete de reformas.

Los estudiantes insistieron en ser recibidos por el presidente de la Asamblea Nacional. Les ofrecieron recibirlos a la mañana siguiente.

El jueves a las nueve de la mañana, se presentaron nuevamente a las afueras de la Asamblea Nacional. En las gradas del edificio se reunieron con el presidente del congreso y otros diputados para comunicarle que preferían comparecer a las cinco de la tarde. El representante de la Asamblea no tuvo más opción que aceptar.

Setenta y ocho personas de diferentes organizaciones se reunieron en la Universidad a discutir durante 4 horas. Construyeron un pliego de demandas para presentar frente a los diputados. Lo aprobaron de manera unánime.

Esa tarde se manifestaron los sindicatos frente a la Asamblea Nacional. Los estudiantes entraron luego de semanas de exigir su derecho. Instalaron altavoces en la manifestación para escuchar los discursos y los medios de comunicación transmitieron en vivo la comparecencia.

Por primera vez en la historia, una delegación LGBTI fue recibida por la Asamblea Nacional para ser escuchada a nivel nacional.

Los estudiantes pasaron uno a uno a exponer al frente del plenario de diputados. Miles de panameños escucharon con atención sus palabras, fuera de la Asamblea y a través de los medios y las redes sociales.

Exigieron la libertad de los 93 detenidos y el retiro inmediato de los cargos, el retiro inmediato de todas las reformas constitucionales y la apertura de un nuevo proceso para discutir las reformas democráticamente.

“Las protestas que habíamos hecho, la bandera, el mural… parece ahora que sucedieron en un país diferente. Parece que sucedieron hace tanto tiempo, a pesar que sucedieron hace un par de semanas. Este estallido, esta protesta social de los jóvenes cambió de alguna manera la conciencia, el pensamiento de la gente. Esas cosas que hicimos como Grillos hace un par de semanas, hace un par de meses, era como en un Panamá diferente”, diría Roberto al recordar ese momento.

Panamá era diferente, la juventud era diferente. Al día siguiente serían levantados los cargos a los 93 detenidos, los estudiantes ganarían esa exigencia. Pero las reformas constitucionales no serán retiradas, y la Asamblea Nacional volverá a discutirlas a inicios del 2020. Por eso su lucha continuará en las semanas próximas.

La noche de ese jueves, Isa sonreía frente al plenario, con la certeza que los jóvenes panameños, los jóvenes LGBTI, habían cambiado la historia. Exigieron ser escuchados por la Asamblea Nacional y lo había lograron.

Él concluyó su discurso, en medio de los aplausos de sus compañeres, anunciando cómo serán las luchas populares de ahora en adelante:

– ¡La revolución será marica, o no será!

 

*Este reportaje fue realizado en el marco de la Beca Cosecha Roja 2019.

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