La Escuela San Francisco nos enseña que sí es posible producir sin deteriorar la tierra

» Según la directora el fin del proyecto es lograr que los estudiantes puedan ver los contenidos programáticos en un aprender haciendo, debido a que es importante que ellos salgan al campo agrícola y puedan vivenciar las estrategias de aprendizaje sin tener que estar usando solamente un cuaderno o una hoja.

Escuela San Francisco y Finca Tierra Prometida

Alajuela, 03 jun (elmundo.cr) -“Debemos volver otra vez a la tierra, retomar lo que nos dejaron nuestros ancestros, el valor de querer la tierra, para que produzca sin deteriorarla”, es quizá una de las frases más necesarias que debemos escuchar en los tiempos actuales, cuando la gran obra gris de inmensos edificios inunda nuestras ciudades, mientras que el campo y la agricultura han pasado muchas veces a un segundo plano.

Estas iniciativas como las que se dan en la Escuela de San Francisco en Peñas Blancas de San Ramón, a través del proyecto Finca Tierra Prometida, nos invita a reflexionar sobre la importancia que tiene actualmente el poder valorar aquello que la tierra nos ofrece, y más aún cuando proyectos como estos impactan de forma positiva en las comunidades donde se desarrollan, e incluso, algunas aledañas, además fomentan el valor a la tierra y lo que esta produce mediante metodologías activas  en la educación de los niños que son el futuro del país.

Estudiantes posan en la entrada, de la Finca Tierra Prometida. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

Pero ¿en qué consiste el proyecto educativo Escuela San Francisco y la Finca Tierra prometida?, EL MUNDO quiso conocer un poco cómo funciona el mismo y para ello entrevistó a algunos protagonistas de este.

Eulin Chacón Gamboa, directora de la Escuela San Francisco relata que este es un proyecto pedagógico, en donde se trabaja de manera integral la huerta, la cual se involucra dentro del currículum de aula. El proyecto tiene alrededor de 18 años, e inició con una donación de un espacio de terreno de 5000 m² por Grand Circle Foundation, después se da una segunda etapa para la organización de los espacios de huerta y una tercera etapa para la creación de un establo para tener animales, esas 3 etapas son el inicio del proyecto.

Tiene una población de 295 niños que van desde materno a sexto grado; a los cuales se les forma como mujeres y hombres capacitados y preparados con responsabilidad para vivir en armonía con la naturaleza, “tenemos un enfoque socio reconstruccionista, un fundamento humanista y un modelo social, que es lo que aplicamos, resaltando valores como el ahorro, la ayuda mutua, el trabajo en equipo, la igualdad, la convivencia y el respeto”, afirmó.

Niños de la Escuela San Francisco muestran productos que cosechan en la Finca Tierra Prometida. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

Las materias básicas y materias complementarias las trabajan dentro de una finca integral orgánica, la cual cuenta con animales, y plantas de diferentes especies, ahí se aprovecha todo ese recurso para que los niños aprendan los contenidos programáticos de los programas de estudio. Según comentó Chacón, han ido trabajando independientemente con recursos de la misma comunidad, de algunas ONG, universidades y del Ministerio de Educación.

Dentro de los recursos con los que cuentan se destacan: tilapias, pollos de engorde, gallinas ponedoras, codornices, cerdos, vacas y 3 invernaderos con diferentes especies, entre ellos: tomate, chile y diferentes hortalizas y verduras sembradas a cielo abierto; además, poseen un jardín sensorial y 2 viveros, uno que es para siembra de árboles en peligro de extinción y el otro que es un semillero de simientes autóctonas y otras que no son de la zona.

Tilapieras Escuela San Francisco y Finca Tierra Prometida. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

Según la directora, el fin del proyecto es lograr que los estudiantes puedan ver los contenidos programáticos en un aprender haciendo, debido a que es importante que ellos salgan al campo agrícola y puedan vivenciar las estrategias de aprendizaje sin tener que estar usando solamente un cuaderno o una hoja.

En las áreas educativas del país muy pocas veces se habla de este tipo de proyectos, menos en edades tan tempranas como lo que es preescolar y la escuela, al respecto EL MUNDO, se interesó en conocer si ¿el proyecto se ha consolidado con el paso de los años?

Doña Eulin afirmó que, ha habido un involucramiento de la comunidad educativa en total: niños, padres, docentes, personal docente administrativo, patronato, Junta de Educación y otras entidades externas privadas y públicas que se han puesto la camiseta y que han creído en este proyecto.

“Es un proyecto que está consolidado, porque no solamente es didáctico, sino que el es productivo, hemos logrado ir aprovechando lo que sembramos aquí, lo que producimos, para irle dando vuelta y poder devolverle a la finca lo que ella misma nos da a nosotros, para cosechar y poder vender, incluso, se hace ayuda social a algunas familias de escasos recursos económicos”, aseguró.

Niños de la Escuela San Francisco, posan alrededor de un huerto de lechugas. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

¿Cuál es el impacto que ha tenido este proyecto?

El impacto que ha tenido este proyecto va más allá de un centro educativo, pues ha logrado que las generaciones de nosotros sean generaciones que piensen en la importancia que tiene la equidad, la pertinencia, que vean a las personas como iguales, sin importar clase social.

Igualmente, que se hayan incorporado todos nuestros proyectos como un medio innovador en el proceso enseñanza-aprendizaje permite que aprovechemos no solo el contexto en lo que ellos viven, sino que se empoderen de ese contexto, que empiecen a quererlo, lo contextualicen e inicien a amar lo que tienen a su alrededor.

Al mismo tiempo ha permitido ir actualizando poco a poco los programas de estudio e ir incorporando todo lo que es la educación para el desarrollo sostenible, lo que va ha fortalecer todas las bases filosóficas, antropológicas, que tiene nuestro sistema educativo costarricense.

Además, se sustenta la calidad educativa, al ir mejorando y tomando decisiones, lo que permite al mismo tiempo que se empiece a reivindicar un poco la carrera docente, o sea que se empiece a ver el maestro como esa persona importante en el proceso, como un facilitador y el niño como un protagonista principal con un aprendizaje activo.

Niños participantes del proyecto Finca Tierra Prometida, colaborando en labores agrícolas. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

Ante estas declaraciones de que iniciativas como estas que impactan de forma positiva en las comunidades y en la educación de nuestros niños surgió la duda: ¿Cómo se puede replicar estos proyectos a nivel nacional y que impacto tendría?

“Este proyecto ya ha impactado a nivel nacional y a nivel internacional, pero en realidad, nosotros a quienes queremos llegarle específicamente, es a las entidades del Ministerio de Educación Pública, porque hemos tocado muchas puertas arriba para que vean que somos una escuela que se puede replicar a nivel nacional”, comentó.

Según Eulin, lo han hecho con sistematizaciones escritas, con documentos escritos, para que vean los avances, los logros que han tenido, las generaciones que han formado y lo que este proyecto les ha permitido ir generando en cada una de las mentalidades de los niños.

Pues, “nos ha dado muy buen resultado, nosotros hemos aprendido a ser sostenibles en el tiempo, con biodigestores, paneles solares, con cosecha de agua, libres de basura,  en muchos aspectos y esto nos ha ido ayudando a mejorar no solo la calidad educativa, sino a manejar la planificación estratégica de un centro educativo que ha podido irse manteniendo en el tiempo y dándole vuelta a todos los recursos para mejorar en sí mismo”, sostuvo.

Biodigestor. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

Chacón manifestó que “esto se llama planificación y se llama también organización, muchas de las escuelas y colegios de este país necesitan justamente de un proyecto educativo institucional, que les permita irse dando la oportunidad de crecer como instituciones y que les permita también irle dando a entender al Ministerio de Educación Pública que la agricultura es fundamental para las instituciones educativas”.

“El mensaje de nosotros es: sí, es muy importante lo cognitivo claro que sí, pero en realidad es más importante lo que el estudiante aprende a aprehender para la vida y que esto le va a ayudar a él a tomar esos conocimientos adquiridos y utilizarlos en la práctica para ser mejores personas, personas que necesita este país, personas que necesitan las comunidades, líderes comunales empoderados, que le den un sentido de pertenencia a las demás poblaciones”, agregó.

“Es un proyecto que va más allá de unas paredes de un aula, esto es un proyecto a puertas abiertas, que le enseña al estudiante, específicamente a aprender haciendo lo que él realmente necesita para la vida”, destacó.

Utilización de técnicas biológicas de reciclaje de materia orgánica que al final de su evolución da humus, factores de estabilidad y fertilidad al suelo. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

¿La educación recibida por los alumnos de qué forma se relaciona con la sostenibilidad, más allá de la escuela, con los miembros de la comunidad?

El proyecto es un proyecto sostenible y ha demostrado que es sostenible en el tiempo, uno de los aspectos más importantes de nosotros, son los valores ambientales, en donde se le enseña al niño que todo lo que él produce, puede llegar a hacerlo sin deteriorar el ambiente.

Nosotros hablamos de sostenibilidad todos los días, hablamos de ambiente todos los días, los proyectos de nosotros generan esos espacios constantemente y todo gira en torno a este proyecto educativo institucional que es la Finca Tierra Prometida, que al ser una finca orgánica nos permite a nosotros hablar de medio ambiente de manera muy robusta, de manera muy sana, ¿por qué?, porque estamos hablando de algo que nosotros hemos ido creando a través del tiempo.

No solo la comunidad de San Francisco, sino que comunidades aledañas se ven beneficiadas con todos estos proyectos, porque ellos han ido adquiriendo poco a poco ese valor de poder replicar lo que nosotros hacemos, aunque sea en pequeños espacios.

La relación que tiene esto con la sostenibilidad, específicamente en el aprendizaje de los niños, es porque consideramos a la Finca Tierra Prometida un espacio exterior, ideal para la práctica y el arraigo de todo lo que es la cultura agrícola.

Hemos establecido un aula laboratorio, que permite darle transversalidad a todas las materias básicas con la agricultura y eso entonces hace que se vea más práctico lo que hacemos.

Además, brindamos una alternativa a los comedores escolares, mediante una alimentación saludable con productos orgánicos, cero químicos, y especialmente logramos que la comunidad participe y aprenda, hay un acompañamiento sistemático, en todas las acciones que realizamos, los niños aprenden, los padres aprenden, la comunidad aprende.

Gallinas ponedoras. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

En otros lugares que no tienen agua han tenido que buscar proyectos como la acuaponía para darle un sentido a esa situación, ¿por qué nosotros en Costa Rica no lo vamos a poder hacer si tenemos muchísimos recursos de otra índole?

EL MUNDO también conversó con Tatiana Arroyo madre de familia de la escuela, la cual nos contó que ella tiene una hija de 16 años que estudió en el centro educativo desde primer grado, y actualmente tiene a un hijo de 8 años, el cual desde materno asiste a la institución, Arroyo hizo hincapié en que el niño tiene un déficit de atención y que en la institución le han dado mucho apoyo.

Según explicó, si el niño tiene algún problema de aprendizaje, ellos le ayudan individualmente, le ponen demasiado amor a cada niño que tienen en la escuela, además resaltó que, cada niño es muy feliz con la metodología de aprendizaje que ahí se realiza.

Dentro de lo que más le llamó la atención de la escuela, ella manifestó que, específicamente es esa atención que le dan a cada niño, en donde resaltan “su personalidad, su carácter, el apoyo que le da individualmente en la escuela, o sea ellos les sacan la mejor cualidad, que si es bueno para deportes, que si es bueno para el arte, para la música, sacan lo mejor de ellos”.

Niños de la escuela San Francisco colaboran en la Finca Tierra Prometida. Fotografía cortesía de Escuela San Francisco.

Para Arroyo, este método de enseñanza debería de replicarse en otras instituciones educativas del país, “un día a la semana este niño se pone botas de hule, su pantaloncito de mezclilla, su camisita, su gorrita y los sacan a esta finca a que ellos recolecten huevos, a como los van recolectando ahí practican matemáticas, los métodos de que también si tienen que ordeñar utilizan eso para adquirir otro aprendizaje, ya sea de ciencias u otro, o sea  ellos aplican los métodos de cuidar los animales, de recoger los productos, pero también aplican lo que es matemáticas, ciencias, etc. Todo en el área de la finca”, concluyó.

El mensaje es claro, sí es posible producir sin deteriorar la tierra, y que mejor forma de hacerlo por medio de la educación, una que trascienda mas allá de las cuatro paredes del aula,  que impacte a las comunidades y que le enseñe a nuestros niños, mediante métodos activos e innovadores de enseñanza, el valor que tienen aquellos que tan noblemente producen los alimento que llegan todos los días a nuestras mesas.

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